La Forma de Arútam



...Mientras hacía el cocimiento de las hojas de Guanto, hablaba cualquier cosa para aparentar serenidad pero me sentía ansioso. Tómate un poco -me dijo- y sentí ese sabor a hoja caldosa, un agua que parecía espesa. Pasaron unos cuarenta minutos hasta comenzar a sentirme diferente. Le dije lo que sentía, y salimos de la casa. Él y su mujer se sentaron frente a mí. Sentía cierta seguridad y me estaba relajando… Estaba solo.

Tomé unas bolitas negras en mis manos y desaparecieron. Mis manos se movían
y en el movimiento también desaparecían. ¡Qué gracioso! ¿Fue eso lo primero que vi?

Creo que lo primero que vi fue la cabeza de la mujer de Juan, que crecía como un huevo.

-Ja!, te está creciendo la cabeza!... Ella se fue, no se porque, ¿se asustó y por eso se fue? o ¿se molestó y por eso se fue?.

…Y vi la cabeza de Juan, desplazándose en horizontal, lo mismo que luego vi en Men in Black. ¡Igualito!.

-Andrés......Andrés...no te duermas.

-…hmmm ya ya, estoy despierto. Y me quedé despierto hasta la mañana.

Unas geometrías verde-fosforescentes volaban en lo oscuro, debajo de unas bancas largas de madera. Erraban en un movimiento vacío. Y las cositas seguían desapareciendo en mis manos. ¡Mis manos!: tenían escamas plateadas. También mis brazos.

Por suerte, no vi mohos blancos como me dijo su mujer, porque entonces, habría sabido que tenía que morir, ni vi el resplandor brillante de un ser especial, como también me dijo.

Sabía que era bueno.

¡Ya sé porqué se fue la mujer de Juan!, vio mi cara impresionada de nunca ver algo parecido.

Entré en la casa, y me quedé en el zaguán, viendo esa cosa-mujer rosada, con pelitos anaranjados en el pecho y rosados en el resto del cuerpo; y su vientre transparente y su cara como de mono, con ojos amarillos y negros, grandes, fijos y anclados en mi profundidad, llamándome y llamándome.

Un metro treinta estaría bien o un poco menos. Ella seguía mirándome a cinco metros, luego a uno, luego desde el colchón en la esquina, llamándome sin hablar.

-Ven.

…Ese era Juan. Y cuando me quiso jalar del brazo comenzó el teatro de la sangre.

Estaba en la mitad de un cuarto casi vacío, sentado o arrodillado. Era el cuarto de al lado, pero no sabía por qué. Desnudo. !Desnudo! ¿Qué pasó? ¿Y mis cosas? ¿Mis lentes? ¿Mi mochila?

Pararme era la cosa más difícil, o dar el primer paso, que parecía dar con zancos. El piso estaba tan abajo, o mis piernas eran tan largas, o tenía las botas de un enano gigante.
Las paredes se desplazaban (Virtual Insanity). Encontré una silla a mi alcance, una silla de plástico Pika, blanca, cómoda. Al lado, una botella de agua y un rollo de papel higiénico rosado. Decían las cosas más horribles de la vida, moviendo sus bocas en forma de tubo y burlándose como monstruos de mí.

En la lavandería, un hombre calvo y grande como ser del inframundo lavaba tripas en una lavacara café, formando una espiral roja-purpúrea. Yo estaba sentado fuera, al lado derecho del zaguán. A mi derecha estaba el lavabo y la banca con el papel higiénico y la botella de agua hablándome cosas horribles.

Comenzó el desfile de mujeres con pelucas azules que salían de la casa. Tenían vestidos de lentejuelas. Y quién salió primero, ¿ellas o Satanás? o ¿ya estaba en el mostrador con las bebidas y con sus mujeres? Y a lado la muerte con su guadaña.

–En tres años te vas a morir hijodeputa.

Maldito papel higiénico. Entre a la casa, y en los cuartos: esos cuerpos vaciados, despostados, sobre sábanas blancas y sangrientas. Pavor. Salgo afuera y me siento en mi silla blanca Pika, no sé si me seguían hablando la botella y el papel higiénico. Un pollo pasa corriendo convirtiéndose en reptil. (Los pájaros son reptiles con alas).

Los ingenieros abren las puertas de la mediagua de al frente, buscándome.

-Pero cómo va a estar aquí

-No saben donde estoy. ¡No pues mi loco, estás alucinando!.

Juan pasa por ahí, entra al baño a bañarse.

–Habla con los árboles, me dijo, o ¿cómo estás? No sé si le respondí. Ya estaba cansado, ya el papel higiénico y la botella se habían callado, ya estaba amaneciendo. Otra vez Juan me mira y me dice que me quedé desnudo, que estaba buscando cosas que no había traído.

Ya quiero irme -le dije-, y vi la puerta de entrada y vi a través de la puerta. Sí!, vi a través de la puerta: un camión pasando y el resto de la calle, por un momento. Por la puerta cerrada. Ése era el poder que había adquirido, su mujer me dijo que ella adquirió el poder de caminar por las espinas sin hacerse daño en la selva de noche; me dijo también que continuara sin comer ají, ni grasas, ni chancho ni sexo por 8 días más.

Abrió la puerta y me dijo que me vaya con cuidado. Eran las 6 y 20 de la mañana. Había llegado allí a las 8 y 45 de la noche.

En el hotel, ya en la habitación, me duché. Tomé una ducha deliciosa, esperando a que todo eso en mi mente se callara. Quería dormir un poco. Pero cuando uno cambia de posición vertical a horizontal, vuelven las visiones. El ingeniero estaba volando en la habitación con otro ingeniero.

-Ya váyanse!!!

Pude dormir como unas dos o tres horas después.

Me sentía aturdido todavía, cuando tomé la ranchera. Parecía que ya estaba bien. Por fin Dios mío, por fin. Cuando uno va en el techo de esos carros, ves cómo se desplaza el camino, y cuando la ranchera para a tomar pasajeros, miras a un punto fijo del asfalto y sigue desplazándose. Eso lo veo también cuando manejo más de dos horas seguidas y luego veo a un punto fijo. Pero pensaba que todavía estaba alucinando. Claro, es como alucinar ver ese crudo que ponían como asfalto, donde esos carros enormes hacen surcos, que huele a “piedra podrida”.

Era de noche otra vez, y estaba esperando el bus para Quito. Hay veces que miras a las luces y ves unos puntitos que parece que flotan y se caen, que están pegados a la superficie de los ojos, que con cada parpadeo suben y luego se caen. Esta vez no estaba viendo esos puntitos, pero sí unos gusanitos con pelos. ¿Me iré a morir en tres años?

*********

Tres años después seguía … (continuará)

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